Disfrutar de la naturaleza, sentir esa conexión con la tierra y con los elementos del medioambiente es, para muchos amantes del entorno natural, parte de su día a día. De hecho, llegada desde Japón, se ha extendido a lo largo de todo el mundo una corriente filosófica llamada Shinrin Yoku, o baño de bosque. Una filosofía que anima a pasar tiempo en la naturaleza y sumergirse en la profundidad de un bosque para disfrutar de él con los cinco sentidos. Una forma, dicen, de conectar con la tierra y de renovar energías.
Así que no es de extrañar que cada vez más personas se sumen a esta tendencia y decidan pasar más tiempo rodeados de naturaleza y sentirse integrados en ella. Pero hay que tener cuidado con cómo se lleva a cabo esa especie de simbiosis, ya que, sin saberlo, podemos dañar gravemente el entorno. Estos son cinco ejemplos muy comunes de tendencias perjudiciales para la naturaleza.
1. Abrazar árboles
Los amantes de esta corriente defienden que abrazar el tronco de un árbol tiene beneficios tanto mentales como físicos. Además, argumentan que es la mejor forma de sentirse integrado en la naturaleza, ya que se produce una especie de conexión con ella al abrazar el árbol. Hay quienes, incluso, dicen que tiene efectos antiestrés.
Pero este inocente gesto es perjudicial para el árbol, ya que, si esta acción se repite muchas veces en el mismo árbol, puede dañar sus raíces. Pero, ¿cómo es posible? La tierra que rodea el tronco tiene que ser porosa para permitir que se filtre el agua de la lluvia y, sobre todo, el oxígeno que deben llegar hasta las raíces. Si esta tierra se pisa con frecuencia se acaba compactando y dificulta que las raíces reciban ese oxígeno tan necesario para seguir viviendo.
De hecho, eso es lo que ha ocurrido recientemente en San Lorenzo del Escorial, en Madrid. Uno de los emblemas de la localidad, un castaño centenario, está empezando a sufrir los síntomas de esta moda. De hecho, el ayuntamiento se ha visto obligado a prohibir que lo abracen para que no se siga dañando a este ejemplar único.
2. Amontonar piedras
En los últimos años las costas españolas, sobre todo en Baleares y Canarias, han empezado a ver cómo en su paisaje aparecían, poco a poco, pequeños montoncitos de piedras apiladas cuidadosamente en forma de pirámide. Estas construcciones son, en muchas culturas, una forma de conectar con la naturaleza o sirven para garantizar un equilibrio interior.
El turismo ha convertido en moda esas creencias y ahora se han popularizado en nuestro país. Pero mover esas rocas es perjudicial para el entorno natural. Se destruye el hogar de muchas especies animales, como pueden ser cangrejos o caracolas. La vegetación también se puede ver afectada porque las plantas empiezan a brotar en pequeñas cavidades entre las piedras, donde están protegidas del viento. Si se desplazan esas piedrecitas quedan sin esa protección.
3. Plantar árboles
Aumentar la superficie forestal es muy beneficioso para el medioambiente, sobre todo porque contribuye a reducir el CO2 y a aumentar el oxígeno. Pero es muy importante saber dónde hacerlo. Cada zona geográfica y cada clima cuentan con determinadas especies vegetales autóctonas que mantienen un equilibrio. Por eso, si se introduce una especie diferente puede alterar ese equilibrio.
Hay que tener mucha precaución con trasplantar en el bosque aquellas plantas que hayan crecido demasiado en casa y que, con buena intención, mucha gente piensa que seguirán haciéndolo con más espacio en la naturaleza.
4. Coger cosas del fondo del mar
Con la llegada del buen tiempo son muchos quienes se dan un chapuzón en el mar y aprovechan para hacer snorkel. Bucear junto a los peces o ver de cerca decenas de moluscos es una buena manera de acercarse a la naturaleza, pero siempre manteniendo las distancias. Hay que respetar el entorno, no asustar a las especies marinas y, sobre todo, no cambiar de posición ni mucho menos sacar nada fuera del agua. Por muy bonitas que sea, las conchas deben quedarse donde están. De hecho, en espacios naturales protegidos como las Islas Cíes, pueden sancionarte si intentas llevarte alguna a casa.
5. Recoger pájaros del suelo
Cuando veamos un polluelo en el suelo, intentando alzar el vuelo, no hay que acercarse a recogerlo pensando que está herido. Muchas veces, antes de volar por primera vez, caen de los nidos y se mueven por el suelo hasta que aprenden a volar. Pero no están solos, ya que sus padres les vigilan de cerca y no dudan en descender para ayudarles.
Si los recogemos del suelo podemos dañar sus plumas o sus alas, ya que todavía son muy delicadas.
FUENTE: Gorka Alonso Gil / El Mundo / Planeta Inteligente
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