Ucrania se quedó sin su armamento de fabricación rusa y soviética y ahora depende por completo de sus aliados para obtener armas para contrarrestar la invasión rusa, dijeron fuentes militares estadounidenses.
Como país que alguna vez fue parte de la Unión Soviética, Ucrania ha levantado su ejército y su industria militar con equipamento soviético y ruso, pequeñas armas, tanques, obuses y otras no homologables con las que tienen sus vecinos de occidente.
Más de tres meses después de que estallara el conflicto con la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero, ese equipo ya se ha agotado o ha quedado destruido en el campo de batalla, afirman fuentes estadounidenses.
Ahora, las fuerzas de Kiev están manejando o aprendiendo a manejar armas que usan Estados Unidos o aliados europeos de la OTAN.
– Flujo constante –
Al comienzo de la guerra, Occidente fue cauteloso en proveer demasiado armamento a Kiev, con la preocupación de que hacerlo conllevara a conflicto entre Rusia y la OTAN.
También temían que su tecnología avanzada cayera en manos rusas.
En cambio, los aliados de Ucrania ofrecieron su propio inventario de equipamento de fabricación rusa, incluyendo tanques y helicópteros para reforzar a las tropas de Kiev.
Estados Unidos también lideró un esfuerzo para conseguir munición, piezas y suministros adicionales a través de otros países de la ex Unión Soviética, que pudieran encajar con las necesidades ucranianas.
Sin embargo, todo eso ya se consumió o fue destruido.
“Ya no existen en el mundo”, dijo un funcionario estadounidense sobre las armas de fabricación rusa o soviética.
Eso significa que las fuerzas ucranianas están obligadas a cambiarse a armas con especificaciones occidentales con las que no están familiarizadas.
Ya sin los antiguos temores de escalar el conflicto o de que Rusia obtenga tecnología sensible, Estados Unidos y los socios de la OTAN están enviando armamento pesado a Ucrania, como obuses y artillería de cohetes Himars, cuyo rango de precisión es superior a los rusos.
Bajo la tutela del Grupo de Contacto por Ucrania, los jefes de la defensa de los aliados están coordinando la asistencia para que las fuerzas de Kiev reciban un flujo constante de munición, piezas de repuesto y armamento, indicó otro funcionario militar de Estados Unidos.
Sin embargo, los funcionarios enfatizan en que si la llegada de las armas es en apariencia lenta, sucede principalmente porque los aliados se quieren asegurar de que el ejército de Ucrania puede asimilarlas de manera constante y segura.
Ese ritmo controlado también reduce el riesgo de que inventarios de armas sean destruidos por bombardeos dentro de Ucrania.
Por esa razón, Estados Unidos está enviando equipos por etapas.
El más reciente paquete de 700 millones de dólares, anunciado el primero de junio, incluye cuatro sistemas de artillería Himars, 1.000 misiles antitanques Javelin y cuatro helicópteros Mi-17 de fabricación soviética.
Además, incluye 15.000 proyectiles de obús, 15 vehículos de blindaje ligero y otras municiones.
“Tratamos de mantener un flujo constante”, remarcó un segundo funcionario estadounidense.
Presión por armas de largo alcance
Kiev ha pedido repetidamente sistemas de misiles de precisión Himars de largo alcance, pero Washington solo accedió cuando sintió que Ucrania estaba lista.
El presidente del Estado Mayor Conjunto, general Mark Milley, manifestó el miércoles que mientras cuatro de los sistemas Himars estaban siendo preparados para Ucrania, el entrenamiento estaba enfocado al mismo tiempo en capacitar a un pelotón que lo pudiera operar, un proceso de varias semanas que podría retrasar el envío.
El Himars es un “sistema altamente sofisticado de largo alcance”, dijo Milley a periodistas. “Tenemos que certificar a estos hombres para asegurarnos de que saben cómo usar el sistema de manera apropiada”.
“Si lo usan apropiadamente, efectivamente, tendrán un muy, muy buen efecto en el campo de batalla”, sostuvo.
Sin embargo, de acuerdo con un funcionario estadounidense, Estados Unidos no contempla enviar a Ucrania sus drones tácticos Grey Eagle por temor a que puedan atacar en áreas profundas de Rusia, una maniobra que implicaría el riesgo de empujar Washington hacia un conflicto directo con Moscú.