Es abril, el mes del Masters de Augusta, y Tiger Woods ha vuelto. El golfista estadounidense, el campeón de 15 grandes, ha confirmado que esta semana (del jueves 7 al domingo 10 de abril) disputará la primera cita del Grand Slam de la temporada en lo que será otro espectacular regreso de los infiernos a sus 46 años. Así lo ha asegurado este martes en Augusta. “Como me siento ahora, siento que voy a jugar”, ha afirmado. Y a la pregunta de si cree que puede volver a ganar el Masters, ha respondido de manera rotunda: “Lo creo”.
Hace 13 meses, Woods se rompió la pierna derecha al estrellarse con su vehículo en las afueras de Los Ángeles, cuando circulaba a 140 kilómetros por hora en un tramo limitado a 70. La articulación quedó hecha añicos: además de tener rotos la tibia y el peroné, las pequeñas fracturas eran múltiples. El mismo Woods confesó que “la posibilidad de perder la pierna estuvo sobre la mesa” de los médicos. Cuando se despertó tras el accidente, en la cama del hospital, pidió a su pareja que le lanzara objetos para comprobar que podía seguir usando los brazos y las manos.
Con un cuerpo molido por cinco operaciones de espalda y cinco de rodilla, con más de 25 años compitiendo al máximo de forma profesional, la pierna rota parecía ser la sentencia definitiva para su carrera deportiva. El mito ha agradecido con el tiempo la posibilidad de levantarse caminando de la cama, tumbarse en el jardín de casa y escuchar a los pájaros, pero cuando el subidón por esa vuelta a la vida se ha rebajado, la adrenalina de la competición, de regresar a lo que ha hecho toda su vida, desde que su padre, Earl, comenzó a entrenarle casi antes de que empezara a andar, ha vuelto a correr por sus venas. Woods no ha querido retirarse cojo sino luchando por ganar otro grande. Al menos se debía intentarlo. Primero asumió su nueva realidad, una realidad “lamentable”, como él la llamó. Es decir, saber que ya nunca volverá a competir a tiempo completo en el circuito americano, sino escogiendo algunos torneos. Y puestos a elegir uno, no hay otro como el Masters de Augusta, el primer grande que jugó, el primero que ganó, el principio de todo, su revolución del 97, hace ahora 25 años; también seguramente el que (no se sabe cuándo) será el fin.
“He trabajado duro para tener esta oportunidad. He pasado por muchas cosas que no le deseo a nadie y aquí estoy. Tengo dolor todos y cada uno de los días, con todo lo que he pasado con la espalda y la rodilla, pero esto ha sido diferente, más traumático”, afirmó. Ahora necesita mucho más tiempo para prepararse antes de jugar, usa un calzado especial (que no es de Nike) que dé estabilidad a una pierna llena de “varillas, placas y tornillos”, le afecta el frío, y al salir del campo precisa otra larga sesión de recuperación. El cuerpo no volverá a ser el mismo. Su mente sigue siendo la de un devorador. “Creo que puedo ganar el Masters”, se lanzó; “desde el punto de vista del golf, no hay problema. Caminar es la parte difícil. Augusta no es un paseo fácil. Y dadas las condiciones en las que se encuentra mi pierna, es más duro todavía. 72 hoyos es un camino largo, y va a ser un desafío difícil, pero un desafío para el que estoy preparado. Será como un maratón”.
El campo que tanto ama pondrá a prueba la maltrecha carrocería de Tiger por lo exigente del recorrido, un tobogán de 7.510 yardas (casi siete kilómetros) por las cuestas del Augusta National. No es una cuestión golfística. Woods podría jugar el Masters con los ojos cerrados, tiene el mapa grabado en el cerebro. El martes pasado viajó a Augusta y se probó en los 18 hoyos. El domingo repitió examen, feliz, sonriente, sintiéndose en forma. También el lunes y el martes, seguido por una multitud, como si fuera ya un día de torneo. Ahora será cuestión de saber si esa pierna que hace un año estaba destrozada aguantará durante cuatro rondas de competición (por suerte para él, la derecha sufre menos que la izquierda en los violentos movimientos del swing). Porque Tiger no vuelve a Augusta para jugar, para estar en la cena de los campeones que preparará el pasado vencedor, Hideki Matsuyma. Si Woods vuelve, es para competir, y porque piensa que puede ganar.
“Me encanta competir, y siento que si todavía puedo competir al más alto nivel, lo haré, y si siento que todavía puedo ganar, voy a jugar. Pero si siento que no puedo, entonces no me veréis aquí. No sé cuántos años más seguiré, pero yo no vengo al Masters si no creo que puedo ganar. Esa es mi actitud”, aseguró este martes.
Woods no juega un torneo oficial desde, precisamente, el Masters de 2020 (38º clasificado), celebrado en noviembre por la pandemia. Desde entonces ha soportado el proceso “más doloroso” de su carrera. Y eso es mucho decir para quien ha pasado por tanto. “Después de mi última operación de espalda tuve que escalar otra vez el Everest, tenía que hacerlo y lo hice, pero esta vez ya no tengo el cuerpo para hacerlo. No puedo volver a subir a la montaña, ya no puedo llegar hasta la cima. Cuando entro en el gimnasio y me pongo en marcha, quiero ir, ir, ir. Así he ganado tantos torneos. Pero todo el mundo me recuerda: ¿a qué precio? Antes del accidente ya llevaba 10 operaciones. He empujado para ganar todo lo que he podido. Por ganar, hacía lo que fuera. Y eso ha tenido un coste”, admitió recientemente.
En 2019 resucitó de nuevo para ganar el Masters 11 años después de su último grande y 14 después de su última chaqueta verde, en uno de los regresos más increíbles de la historia del deporte. En diciembre pasado, disputó junto a su hijo Charlie el PNC Championship, un torneo por parejas, no oficial. Recuperó sensaciones, volvió a latir el corazón del Tigre. Ahora vuelve el Masters, vuelve el público y vuelve Tiger. No será para darse un paseo por Augusta.