El papa Francisco denunció hoy la gran cantidad de pobres que genera “la insensatez de la guerra” que provoca “el desplazamiento de miles de personas, especialmente niños y niñas, para desarraigarlos e imponerles otra identidad”.
En su mensaje para la VI Jornada Mundial de los Pobres, que la Iglesia católica celebra el 13 de noviembre y que fue publicado hoy, el papa expresó que cuando se creía que se estaba saliendo de la pandemia, “mostrando signos de recuperación económica que traerían alivio a millones de personas empobrecidas por la pérdida del empleo (…) ha aparecido en el horizonte una nueva catástrofe, destinada a imponer al mundo un escenario diferente”.
“La guerra en Ucrania vino a agregarse a las guerras regionales que en estos años están trayendo muerte y destrucción. Pero aquí el cuadro se presenta más complejo por la directa intervención de una superpotencia, que pretende imponer su voluntad contra el principio de autodeterminación de los pueblos”, denunció.
El papa subrayó que “se repiten escenas de trágica memoria y una vez más el chantaje recíproco de algunos poderosos acalla la voz de la humanidad que invoca la paz”.
“¡Cuántos pobres genera la insensatez de la guerra! Dondequiera que se mire, se constata cómo la violencia afecta a los indefensos y a los más débiles. Deportación de miles de personas, especialmente niños y niñas, para desarraigarlos e imponerles otra identidad”, denunció.
Recordó la ayuda que muchos países han dado acogiendo a millones de refugiados de las guerras en Oriente Medio, en África central y ahora en Ucrania, pero constató que “mientras más dura el conflicto, más se agravan sus consecuencias. A los pueblos que acogen les resulta cada vez más difícil dar continuidad a la ayuda”.
Por ello, animó a “no ceder” y a “renovar la motivación inicial” pues “la solidaridad, en efecto, es precisamente esto: compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que ninguno sufra”.
El papa criticó que algunos cristianos “por un excesivo apego al dinero, se empantanan en el mal uso de los bienes y del patrimonio y son situaciones que manifiestan una fe débil y una esperanza endeble y miope”.
Aunque matizó que “el problema no es el dinero en sí, porque este forma parte de la vida cotidiana y de las relaciones sociales de las personas. Más bien, lo que debemos reflexionar es sobre el valor que tiene el dinero para nosotros: no puede convertirse en un absoluto, como si fuera el fin principal” pues esto impide “ver las necesidades de los demás”.
El papa rechazó que se tenga que tener “un comportamiento asistencialista hacia los pobres, como suele suceder” y abogo por, en cambio, “hacer un esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario. No es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he caído”.
Y destacó que “nadie debería decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos” pues “esta es una excusa frecuente en ambientes académicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales”.